sábado, 2 de junio de 2012

Camino a la Selectividad ( y II)

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EL JURAMENTO DE LOS HORACIOS
(reelaborado de algargosarte y de art en línia)


El juramento de los Horacios, de Jacques-Louis David. 1784.
Es un óleo sobre lienzo (3,30 x 4,25), que actualmente está expuesto en el  Museo del Louvre. París. Obra de temática historicista, prefigura lo que va a ser en pocos años el Neoclasicismo francés.

Describe un pasaje de la antigua República romana narrado por Tito Livio en Ab urbe condita. Los tres hermanos Horacios se conjuran ante su padre para luchar por Roma hasta la muerte, si fuera necesario, en su duelo que tendrá contra los tres hermanos Curiaceos de Alba Longa, obtener de esta manera la supremacía romana sobre los Albanos (Tito Livio, libro I, cap. 26).
 La actitud marcial y arrogante de los personajes masculinos contrasta con el recogimiento y abatimiento del grupo de mujeres y niños, que premonizan lo que va a suceder. Esta oposición acentúa el dramatismo que ya de por sí tiene el acto del juramento.

David prescinde de la técnica vaporosa y esfumada que tanto complacía a la pintura rococó, muy en boga en su época. La pincelada es pulida, evitando que se note. Las figuras se delimitan con el dibujo. Tanto hombres como mujeres se asemejan a estatuas o mejor, dado el carácter triangular de la composición, a relieves de frontones. Con los dibujos que acompañan estas líneas, que le sirvieron de bocetos, se puede comprender la técnica del pintor. El cromatismo se subordina al dibujo. Los colores tampoco importan especialmente, salvo tal vez el rojo de la túnica del padre, que se convierte en un símbolo de la sangre a derramar en un futuro próximo.
Todas las figuras están trabajadas siguiendo la idea de crear una composición basada en el realismo idealizado. La musculatura de los hermanos y del padre, las perfectas formas femeninas de las adustas matronas romanas, todo el ambiente refleja esa necesidad de crear figuras perfectas dentro de una composición perfecta. No hay espacio para el naturalismo, para la fealdad o para la realidad  pues no aportaría nada al tema y a la intención del cuadro. 

El grupo de hombres está trabajado en base a una anatomía que permite captar los contornos y posturas firmes y angulosas que parecen confundirse con la rigidez metálica de la jabalina y las espadas listas para el combate. Este grupo se presenta con una disciplina militar de pensamiento, alma y cuerpo, que no es ajena a una interpretación política del tema. 


El grupo de las mujeres está definido por suaves contornos y siguiendo una línea ondulada que quiere expresar un sentimiento luctuoso y una imagen del dolor.
En el centro de la composición, la figura del padre, la única figura que se nos presenta aislada. Es la figura del padre y del ciudadano, la antítesis entre el sentimiento y el deber. La composición racional (los protagonistas están concentrados en una línea única, rígida), la anatomía meticulosamente estudiada, los colores sobrios (hay una renuncia a los efectos pictóricos en pro de un arte puramente lineal), la exactitud de los detalles y la limitación a lo más necesario, la objetividad en la representación y la exaltación del heroísmo romano, son elementos característicos de la ideología en imágenes de la burguesía ascendente del final del Antiguo régimen.

La luz juega un papel básico en el cuadro. El foco de luz proyectada desde un lateral remarca a las figuras de los hermanos en el juramento pero también baña con fuerza a las desesperadas mujeres. Permite también forzar la perspectiva y el espacio ilusorio con las fuertes sombras que crean los personajes. Refuerza la luminosidad de los colores, muy simbólicos con el blanco de la pureza de los hermanos y el rojo de la pasión y la fuerza del padre. Así mismo, hay que destacar los claroscuros del fondo, alejados del tenebrismo, pero que refuerzan la definición y los contornos de las figuras centrales. 
El cuadro presenta una construcción del espacio basada en coordenadas en vez de diagonales, fórmula que después de David será la más utilizada en toda la pintura neoclásica. La arquitectura que enmarca el tema establece una novedad: desaparece la naturaleza como telón de fondo de la Historia, estableciendo unas nuevas coordenadas escénicas más reales y creíbles. Esta arquitectura participa también de la "época heroica": pesadas columnas dóricas desprovistas de base sitúan la escena en una clara referencia clásico-romana. Y es en este contexto donde tenemos que ver personificado al estado por el cual los guerreros van a luchar y que queda simbólicamente presente en una arquitectura republicana. De esta forma, los conceptos "patria" y "casa" formarían una unidad y una clara referencia a Roma.


El estudio de las diagonales (reforzadas por las líneas del enlosado del suelo) del cuadro lleva al centro de interés que David quiere destacar: las espadas en alto. La composición se adapta a una ley fundamental de la percepción visual: la ley de la balanza, según la cual las masas se equilibran de tal forma que la izquierda (que recibe un mayor impacto visual por el hecho de estar situada en el inicio de la lectura) requiere más masa, más volumen, que no la de la derecha, que es la continuación de nuestra lectura y el punto de salida del tema. Además, se ajusta a la "sección áurea": abatiendo la diagonal del cuadrado tenemos un rectángulo que se acerca a las dimensiones de la pintura. El tema principal, el Juramento, está colocado dentro de un rectángulo visual situado aproximadamente a dos tercios de la altura de la base del cuadro.



El cuadro fue pintado para el Ministerio de Bellas Artes. La Corte de Luís XIV hacía concesiones al nuevo espíritu de la burguesía y asumía el aspecto de un absolutismo ilustrado: por ello la administración real encargaba trabajos -preferentemente con una tendencia moralizante y temas derivados de la historia antigua- a través del dicho ministerio. No obstante, en este cuadro, la exaltación del patriotismo y de la virtud cívica en toda su austeridad, la economía puritana de su composición, iba radicalmente dirigida contra sus patrocinadores. Su éxito desbordante estaba determinado por el fuerte sentimiento de oposición contra la desmoralizada Corte y su corrupto gobierno. Este cuadro es, pues, la expresión más característica y aguda de la visión de la burguesía en vísperas de la revolución. Es rígido, simple, sobrio, objetivo, en una palabra, puritanamente racional. Grupos simples y líneas rectas organizan toda la composición, haciéndola clara y vistosa. Este es el método de composición conocido generalmente como clasicista.
David no pretendía tratar simplemente el hecho histórico sino transmitir un mensaje patriótico. Era una obra moralizante en la que quería exaltar el deber que tenían los ciudadanos de sacrificarse por su país. Aunque el lienzo no pretendía apoyar la conspiración contra la autoridad del Estado -como demuestra el hecho de que fuera el propio rey Luis XVI quien encargó el cuadro-, en la atmósfera tensa de los años anteriores a la Revolución  su contenido fue interpretado en este sentido.
Y este sentimiento precisamente es el que quiere destacar David en su obra, la exaltación de los deberes patrióticos que exigen el sacrificio de sus ciudadanos, así como la obligación de anteponer el deber público al privado. Una valoración moral relacionada con hechos de la tradición histórica clásica (aunque en este caso tenga un carácter legendario), en una tendencia que será habitual en la pintura neoclásica, y que en esta ocasión tiene además un componente ideológico relacionado con el contexto histórico del momento: el del apoyo de esos mismos valores patrios a la defensa de la Revolución francesa, de la que David fue uno de sus más ardorosos defensores.

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