sábado, 19 de marzo de 2016

Dos grandes olvidados del temario

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Inexplicablemente, nuestro temario de arte se permite el lujo de no hacer ni una sola mención a dos artistas españoles inigualables, que trabajaron en el Barroco.
Alonso Cano y Gregorio Fernández

Sea esta entrada un mínímo reconocimiento a dos figuras de talla universal pues si alabamos a Bernini en el Barroco por su versatilidad como escultor y arquitecto, no es menos Alonso Cano. Igualmente, si nos fascinamos con la obra escultórica de Bernini, con sus calidades y acabados, no podemos ocultar a la figura de Gregorio Fernández, un "hercules" de la escultura, con una fuerza que nada debe de envidiar al maestro italiano.

Si hay algún autor que representa el espíritu de la Contrarreforma católica de Trento, ese es 
Gregorio Fernández




La combinación de realismo naturalista como el refinamiento de sus anatomías crea unas figuras que muestran un hondo sentir, un dramatismo alejado de la morbosidad de la sangre o del sufrimiento exagerado. La fuerza de la expresión recae en rostro y manos mientras los cuerpos, magníficamente modelados, buscan más mostrar la perfección técnica y anatómica.

Para reforzar este naturalismo, este patetismo, Fernández utiliza técnicas propias de su momento como son postizos muy variados, desde vidrios en ojos hasta corcho para crear sangre coagulada. Igualmente, viste a sus figuras con amplias vsteiduras que permiten modelar los cuerpos de manera más rotunda.

El abandono del oro, de las técnicas de esgrafiado y del estofado, la vuelta a colores más naturales y menos brillantes dotan a sus obras de un mayor realismo y cercanía al espectador.

1616 es una año clave en su producción.

Bajo el valimiento del Duque de Lerma y en un periodo de paz en el Imperio, los encargos se sucedían con rapidez. Para este año le encargan la realización de la Piedad entre los ladrones, actualmente pieza clave del Museo Nacional de Escultura del Colegio de San Gregorio en Valladolid. Encargada por la cofradía de Nuestra Señora de las Angustias de Valldolid, es quizás uno de los conjuntos escultóricos más impresionantes del barroco, no sólo español sino europeo.

"El grupo central, en el que se encuentra la Virgen y Jesús, está compuesto en diagonal. La Virgen eleva el brazo derecho en señal de dolor, mientras con su mano izquierda sostiene al Hijo, que se apoya en su regazo. Ambos están tratados con belleza y elegancia, mientras que los dos ladrones suponen un magnífico estudio anatómico. Dimas, el bueno, tiene una actitud serena y su rostro, tranquilo, se dirige hacia el grupo central. Gestas, el malo, con el cuerpo más crispado, el pelo agitado y un rostro desagradable, tiene la cabeza vuelta hacia el espectador." (ArteEspaña).





¿No es el rostro de una madre ante el sufrimiento de su hijo muerto? ¿No implora, exige, explicaciones mirando hacia el Altísimo? ¿ No es el gesto exhausto, final, del Cristo, expiando con sus últimas fuerzas la voluntad de Dios Padre, pero transido por el dolor?. Más allá del modelado hay un profundo sentimiento humano y religioso en esa obra.

Igualmente, son espectaculares sus Cristos yacentes y sus pasos procesionales -Tengo sed (1612) y Camino del Calvario (1614), pertenecen a su primera etapa, apreciándose ya la madurez de su estilo en el Descendimiento (1623)-, unos por el maravilloso estudio del cuerpo de Cristo en el trance de la muerte; otros, por los magníficos conjuntos y las arriesgadas composiciones que muestra en ellos.




Sin duda, Alonso Cano es uno de los grandes olvidados del arte español del siglo XVII.




Eclipsado por nombres del fuste y la calidad de Velázquez, Murillo o Zurbarán, su obra pictórica pasa desapercibida. Pero su calidad está contrastada: estudio en el taller de Pacheco en Sevilla junto a Velázquez y Felipe IV, años después, lo convirtió en pintor de cámara de la Corte. Su estilo, inicialmente, tenebrista se fue haciendo más luminoso y colorista con el tiempo aunque nunca perdió ese juego de claroscuros que caracteriza su obra.


La visión de Jerusalen de San Juan 1636
San Juan Evangelista 1636


La visión de San bernardo 1650
Inmaculada Concepción 1648

Sus graves problemas personales-acusado del asesinato de su esposa- le llevana alejarse de la Corte. Recala en Granada donde con muchas dificultades y ayuda del Rey consigue el puesto de Maestro Mayor. Esto le va a permitir acometer las obras de la fachada inacabada de la Catedral (1664).





Aquí nos muestra una visión clasicista de la arquitectura: grandes pilastras dividen el espacio entree grandes vanos coronados por tres grandes arcos de medio punto . Al rebajar las puertas frente a las grandes pilastras le permite unir todo el conjunto con pequeñas bóvedas de cañón en el más puro estilo clásico renacentista como hemos visto en Alberti, Brunelleschi o el propio Buonarotti. Monumentalidad y simplicidad decorativa, muy en la línea del Herrerriano dominante a principios de siglo pero alejado de los excesos que los nuevos arquitectos estaban planteando. Bien es cierto que no renuncia a ciertos toques de barroquismo como pueden ser la decoración escultórica colocada encima de las puertas de acceso.

La escultura, aunque menor en su producción, no deja de ser significativa. Por encima de toda su obra destacan dos producciones: una, el retablo Mayor de la Oliva en Lebrija y la Inmaculada Concepción para el fascitol de la catedral de Granada. Con ellas se enmarca en el más puro estilo de la escuela andaluza: figuras delicadas, hermosas, de gran fineza y riqueza ornamental, rechazando los excesos de la escuela castellana, buscando la belleza ideal pero más la femenina que la masculina al centrar su obra sobre la Virgen.

  

Una vez contempladas sus obras y su producción es más fácil entender porqué era llamado el "Miguel Angel español". Maestro en disciplinas tan diferentes y complejas como la escultura o la arquitectura, su pasión era pintar pero no rechazo trabajar por otros derroteros. Otro detalle le acerca al gran maestro renacentista y era su recio carácter, pendenciero y huraño que le persiguió durante toda su vida e incluso condicionó su vida artística y su obra.

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2 comentarios:

Álvaro Portillo dijo...

Alonso Cano es un olvidado salvo para los amantes del Metro de Madrdid! Tiene estación con su nombre en la línea 7, entre Gregorio Marañón y Canal. Y en el Prado, en las efigies de la entrada, junto a Velázquez, Murillo, Ribera o Berruguete, aparece también la suya.

oaklygadow dijo...

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