martes, 9 de marzo de 2010

¿ Hay vida más allá de Velázquez?

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Pues sí, hay vida fuera de Velázquez. Más de lo que los temarios de Historia del Arte suponen, más de lo que nos obligan a dar.

Cotán, Ribalta, Ribera, Zurbarán, Alonso Cano, Herrera el Mozo, Murillo, Valdés Leal, Juan Carreño, Claudio Coello, entre otros, hacen del siglo XVII el Siglo de Oro de la pintura española, quizás tan sólo igualado por los maestros de las vanguardias del XX.

De entre todos ellos destacamos a tres: Ribera y Zurbarán de la primera mitad del siglo y Murillo de la segunda.

No voy a hacer una sesuda disertación sobre ellos. Un blog no pide esas cosas. Tan sólo unos breves apuntes que os sirvan para entenderlos mejor y complementar lo explicado en clase...

Ribera muestra dos épocas claramente diferenciadas:

una primera, basada el el uso de la luz al estilo de Caravaggio, con un fuerte y acusado tenebrismo. Hay en su obra una presencia clara de la línea como creadora de formas pero su pincelada es corta y algo difusa. Sus tipos humanos rondan el expresionismo o el feismo, muy en la línea de los modelos del maestro italiano.


San Andrés de Ribera 1630

Y una segunda, napolitana, con composiciones más complejas, con una mayor luminosidad y contrastes de colores, con fondos elaborados donde predominan cielos claros y luminosos pero manteniendo su realismo naturalista y su pincelada corta aunque en algunos casos algo más viva y difuminada.


El patizambo, 1642


El martirio de San Felipe, 1639

Zurbarán, sin emabrgo, presenta una unidad de estilo a lo largo de toda su carrera artística. Asentado en Sevilla trabaja para grandes centros monásticos que le encargan o retablos o series de óleos sobre temas religiosos y de la vida monacal.


Sacristía del Monasterio de Guadalupe, 1637-1640

Destacaremos como propio de este autor el rechazo a las composiciones dinámicas tan en boga en el Barroco tras la obra de los Carraci o de Rubens; el gusto por figuras muy realistas pero de factura algo tosca, ante la ausencia de veladuras o gradaciones tonales en los cuerpos y ropas. De escultóricas las califican algunos.


San Hugo en el refrectorio de los Cartujos, 1655


Igualmente, Zurbarán es un pintor de la línea, del dibujo, alejado de las influencias del norte de Europa donde el color gana en presencia a la hora de crear formas; sus colores son muy planos, con poco juego de luces y sombras y gradaciones internas y además con una paleta muy escasa en variedad.


Monasterio de Guadalupe. Padre Illescas, 1638

Por fin, decir que sus figuras reflejan el sentir de la pintura española: son personajes con cierta intensidad expresiva pero contenida, serena, alejada de los dramatismos de otros países y autores.


San Jerónimo en el Monasterio de Guadalupe, 1637

En detrimento, citar que muestra cierta torpeza en su obra al trabajar la perspectiva.


Entierro de San Buenaventura, 1629

Bartolomé Esteban Murillo es quizás uno de los pintores más atípicos del panorama pictórico español del siglo XVII junto a Velázquez.

Su obra se caracteriza por el gran número de obras de corte costumbrista, fruto de su trabajo en una Sevilla cosmopolita y comercial.
Pero aun más destacado es que sus figuras muestran una enorme ternura, afectividad, hermosura natural y sensibilidad que hacen de su obra algo diferente hasta lo ahora visto.

Dos momentos en su obra como dijimos para Ribera: una primera época, de influencia tenebrista, muy dibujística y de pincelada lisa, suave y paleta de colores pardos y ocres.


Sagrada Familia del pajarito, 1649


Otra, la más destacada, su edad adulta. De una pintura más suelta, vivaz, de mayor colorido y luminosidad y un progresivo abandono de la línea para componer las formas. Sus temas muestran una sensibilidad grande por el ser humano pero también son alegorías de la caridad, la castidad y la pureza.


Inmaculada concepción, 1660


Niños comiendo y vendiendo fruta. 1650


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